Publicado por Arturo Huante - 30/10/2024
Artífice de la modernidad
Por David Ramón
Félix T. Nuncio
Existen en la Ciudad de México dos construcciones que siempre causan profundo impacto en quienes la contemplan: El cine Opera y la Alberca Olímpica de la Ciudad Universitaria, obras del arquitecto Félix T. Nuncio.
A él le correspondió hacer con la Bauhaus y el funcionalismo una fusión que finalmente se traduce en un estilo muy propio y original que podría llamarse “modernismo arquitectónico mexicano”.
Aunque situados en varias ciudades de nuestro País, sus trabajos han quedado como un legado esencial de la fisionomía de la Ciudad de México, principalmente en las colonias Narvarte, Álamos y Obrera.
Nuncio nació en Eagle Pass, Texas, en 1913. Muy pronto su familia retomo su origen mexicano y se mudó a Piedras Negras, donde el niño fue registrado como mexicano. No obstante siguió recibiendo una educación norteamericana; lo que no le sirvió de mucho cuando su familia se cambió a la Ciudad de México.
Tuvo que cursar otra vez varios grados y realizar muchas revalidaciones. Finalmente ingreso a la escuela Nacional Preparatoria. Ahí definió (quizá por su contacto con el Centro Histórico) una vocación de arquitecto; estudio la carrera cuando la escuela (no era entonces Facultad) todavía se encontraba en la Academia de San Carlos.
Ahí tuvo como compañeros de generación a Carlos Lazo, Augusto Álvarez y Pedro Ramírez Vázquez. Esta generación de arquitectos termino sus estudios profesionales en 1939. Nuncio, ávido de conocimiento, realizo estudios posgrado en Estados Unidos y Canadá.
ARQUETIPOS DEL PROGRESO
Al regresar a México a mediados de ña década de los 40, buscaba expresar en sus construcciones todas las ideas adquiridas sobre la arquitectura que incluían a la vez lo romántico y lo practico; lo funcional y lo bello; lo nuevo y, por supuesto, lo moderno.
Pronto empezó a construir viviendas unifamiliares y edificios de asombrosa sencillez y enorme funcionalidad, cada una diferente, con un sello propio. Todas muy confortables y con detalles ornamentales que nacían del mismo material en que se habían construido.
Tenían amplios ventanales y líneas rectas. Había una tendencia al uso de piedra volcánica; usaba techos que eran a su vez partes de terrazas, curvas funcionales, luces empotradas, puertas con metal y cristal, edificios con roof garden, ventanales balcones de concreto con jardineras protegidos con herrería que se tornaba curva, abrazando y protegiendo.
De inmediato llego lo que para cualquier arquitecto es un gran reto, hacer una edificación gigantesca y monumental: un cine.
Se trataba de un cine moderno, un cine con un gran aforo; un cine prácticamente con pantalla en cinemascope: el cine Opera, en cuyo exterior sobresalen dos figuras monumentales que portan las máscaras de la Comedia y de la Tragedia.
Al principio estas figuras lucían desnudas; pero que después tuvieron que llevar, por fuerza, (debido a la Liga de la Decencia) vestiduras de cemento.
Entre las esculturas que sobresalen están las sirenas de la proa de un barco, colocadas encima de un techo que cubre un acceso y es a la vez una marquesina.
Contrastan con unos cristales que empiezan donde terminan las escaleras de acceso al vestíbulo. Se curvan para unirse al otro techo sobre el que dice “Cine Opera” en Piedra.
Es un edificio modernista, futurista, airoso avanza hacia la calle para recibir e invitar al espectadora entrar y sentarse en su amplísimo lunetario y segundo piso y una galería para gozar el arte del cine. Resaltan igualmente sus columnas sus grandes paredes de blocks de vidrio, con escaleras curvadas, situado en la calle de Serapio Rendón, en la colonia San Rafael.
Es aun uno de los cines más bellos y funcionales y modernos de nuestra ciudad. Simplemente debe ser rehabilitado para que tenga usos múltiples (sin perder su esencia de cine). Seguramente resultara un éxito.
LOS
NOMBRES DEL AGUA
Otra de
las grandes obras relevantes de Nuncio es la Alberca Olímpica de la Ciudad
Universitaria, cuya construcción se terminó en 1952. Es una de las piedras angulares de la
arquitectura moderna en nuestro país y en nuestra ciudad.
La alberca
consta de varias partes en sí. Tiene lo
propiamente de una alberca olímpica, con las dimensiones requeridas
internacionalmente para competencias olímpicas y de forma rectangular.
Su punto
fundamental es su trampolín, de cuatro pisos o plataformas: bellísimo, aéreo,
elegante.
Evoca deliberadamente
al Calli, símbolo de los arquitectos mexicanos, realizado de concreto. Los barandales de plataformas recuerdan la de
los barcos. Están adecuadamente asentadas sobre una funcional estructura de
concreto.
Destaca
una especie de isleta, también cuadrangular, con un puente hacia la mitad de la
segunda alberca (donde está el trampolín) y paralela a la olímpica. Luego se va extendiendo y cerrando, constituyéndose
prácticamente en un lago que en un momento dado es cruzado por otro puente.
Como el
primero, es la mitad de un círculo con un barandal. Además, toda esta
superficie acuática está rodeada por hermosos céspedes en que sobresalen
algunos árboles; y frente a la alberca y como parte baja de un graderío de
playa, hay baños y vestidores para hombres y mujeres.
Todo está
perfectamente integrado desde el punto de vista arquitectónico. Por otra parte,
el graderío en forma de taludes teotihuacanos, elaborado con piedra, es en sí
mismo una hermosa escultura.
Es esta
una de las más impresionantes construcciones de un conjunto de una belleza y
singularidad tan extraordinarias como lo es la Ciudad Universitaria. Nuncio murió
en 1986, perfilándose en la historia de nuestra cultura como uno de los grandes
arquitectos de México contemporáneo; un pionero auténticamente visionario. Su
labor es la expresión de un humanismo versátil, empujado por las formas
universales.
Club Dover
Reforma,
Corazón de México, Año 4, Numero 31 / Entremuros / Diciembre de 1998