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Artífice de la modernidad
Por David Ramón
Félix T. Nuncio
Existen en la Ciudad de México dos construcciones que siempre causan profundo impacto en quienes la contemplan: El cine Opera y la Alberca Olímpica de la Ciudad Universitaria, obras del arquitecto Félix T. Nuncio.
 
A él le correspondió hacer con la Bauhaus y el funcionalismo una fusión que finalmente se traduce en un estilo muy propio y original que podría llamarse “modernismo arquitectónico mexicano”.
 
Aunque situados en varias ciudades de nuestro País, sus trabajos han quedado como un legado esencial de la fisionomía de la Ciudad de México, principalmente en las colonias Narvarte, Álamos y Obrera.
 
Nuncio nació en Eagle Pass, Texas, en 1913. Muy pronto su familia retomo su origen mexicano y se mudó a Piedras Negras, donde el niño fue registrado como mexicano. No obstante siguió recibiendo una educación norteamericana; lo que no le sirvió de mucho cuando su familia se cambió a la Ciudad de México.
 
Tuvo que cursar otra vez varios grados y realizar muchas revalidaciones. Finalmente ingreso a la escuela Nacional Preparatoria. Ahí definió (quizá por su contacto con el Centro Histórico) una vocación de arquitecto; estudio la carrera cuando la escuela (no era entonces Facultad) todavía se encontraba en la Academia de San Carlos.
 
Ahí tuvo como compañeros de generación a Carlos Lazo, Augusto Álvarez y Pedro Ramírez Vázquez. Esta generación de arquitectos termino sus estudios profesionales en 1939. Nuncio, ávido de conocimiento, realizo estudios posgrado en Estados Unidos y Canadá.
ARQUETIPOS DEL PROGRESO
 
Al regresar a México a mediados de ña década de los 40, buscaba expresar en sus construcciones todas las ideas adquiridas sobre la arquitectura que incluían a la vez lo romántico y lo practico; lo funcional y lo bello; lo nuevo y, por supuesto, lo moderno.
 
Pronto empezó a construir viviendas unifamiliares y edificios de asombrosa sencillez y enorme funcionalidad, cada una diferente, con un sello propio. Todas muy confortables y con detalles ornamentales que nacían del mismo material en que se habían construido.
 
Tenían amplios ventanales y líneas rectas. Había una tendencia al uso de piedra volcánica; usaba techos que eran a su vez partes de terrazas, curvas funcionales, luces empotradas, puertas con metal y cristal, edificios con roof garden, ventanales balcones de concreto con jardineras protegidos con herrería que se tornaba curva, abrazando y protegiendo.
 
De inmediato llego lo que para cualquier arquitecto es un gran reto, hacer una edificación gigantesca y monumental: un cine.
 
Se trataba de un cine moderno, un cine con un gran aforo; un cine prácticamente con pantalla en cinemascope: el cine Opera, en cuyo exterior sobresalen dos figuras monumentales que portan las máscaras de la Comedia y de la Tragedia.
 
Al principio estas figuras lucían desnudas; pero que después tuvieron que llevar, por fuerza, (debido a la Liga de la Decencia) vestiduras de cemento.
 
Entre las esculturas que sobresalen están las sirenas de la proa de un barco, colocadas encima de un techo que cubre un acceso y es a la vez una marquesina.
 
Contrastan con unos cristales que empiezan donde terminan las escaleras de acceso al vestíbulo. Se curvan para unirse al otro techo sobre el que dice “Cine Opera” en Piedra.
 
Es un edificio modernista, futurista, airoso avanza hacia la calle para recibir e invitar al espectadora entrar y sentarse en su amplísimo lunetario y segundo piso y una galería para gozar el arte del cine.  Resaltan igualmente sus columnas sus grandes paredes de blocks de vidrio, con escaleras curvadas, situado en la calle de Serapio Rendón, en la colonia San Rafael.
 
Es aun uno de los cines más bellos y funcionales y modernos de nuestra ciudad.  Simplemente debe ser rehabilitado para que tenga usos múltiples (sin perder su esencia de cine).  Seguramente resultara un éxito.
LOS NOMBRES DEL AGUA
Otra de las grandes obras relevantes de Nuncio es la Alberca Olímpica de la Ciudad Universitaria, cuya construcción se terminó en 1952.  Es una de las piedras angulares de la arquitectura moderna en nuestro país y en nuestra ciudad.
La alberca consta de varias partes en sí.  Tiene lo propiamente de una alberca olímpica, con las dimensiones requeridas internacionalmente para competencias olímpicas y de forma rectangular.
Su punto fundamental es su trampolín, de cuatro pisos o plataformas: bellísimo, aéreo, elegante.
Evoca deliberadamente al Calli, símbolo de los arquitectos mexicanos, realizado de concreto.  Los barandales de plataformas recuerdan la de los barcos. Están adecuadamente asentadas sobre una funcional estructura de concreto.
Destaca una especie de isleta, también cuadrangular, con un puente hacia la mitad de la segunda alberca (donde está el trampolín) y paralela a la olímpica.  Luego se va extendiendo y cerrando, constituyéndose prácticamente en un lago que en un momento dado es cruzado por otro puente.
Como el primero, es la mitad de un círculo con un barandal. Además, toda esta superficie acuática está rodeada por hermosos céspedes en que sobresalen algunos árboles; y frente a la alberca y como parte baja de un graderío de playa, hay baños y vestidores para hombres y mujeres.
Todo está perfectamente integrado desde el punto de vista arquitectónico. Por otra parte, el graderío en forma de taludes teotihuacanos, elaborado con piedra, es en sí mismo una hermosa escultura.
Es esta una de las más impresionantes construcciones de un conjunto de una belleza y singularidad tan extraordinarias como lo es la Ciudad Universitaria. Nuncio murió en 1986, perfilándose en la historia de nuestra cultura como uno de los grandes arquitectos de México contemporáneo; un pionero auténticamente visionario. Su labor es la expresión de un humanismo versátil, empujado por las formas universales.
Reforma, Corazón de México, Año 4, Numero 31 / Entremuros / Diciembre de 1998
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